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El absurdo intento de festejar algo en la mitad de una guerra

  • Jessica Cohen
  • Mar 26, 2024
  • 4 min read

En un Tel Aviv de invierno, yo recordaba el verano pre-octubre. Una burbuja ilusoria de un mundo que giraba a través de las olas, perritos en la calle, yoga en el Charles Chlore, un par de muchas fiestas y un auge de Hi-Tech frenado por una mini crisis financiera, que en ojos de hoy nos parece insignificante.


-        ¿No vas a venir? - preguntó Lior interrumpiendo mi fantasía pre-apocalíptica.

-        No - respondí desconcertada por su intento de querer arrastrarme a una negligente idea.


El hombre de 32 años y rulos castaños me miró desanimado. Fue una invitación un tanto atrevida la de ir a una fiesta en el Mar Muerto. Si, en la mitad del desierto. Lior me lo había comentado un mes atrás, pero se me pasó de la cabeza, porque imaginé que tanto en el mejor como en el peor de los casos se suspendería. ¿Quién sería el cerebro irresponsable del gobierno que autorice una fiesta en medio de la nada en plena guerra?


-        Quisiera que vayamos juntos - insistió Lior


¿Cómo le explico de nuevo, lo que con sutileza le dije entre líneas en enero?


-        ¿Seguís pensando que es una buena idea? ¿A dónde irías si pasa algo? – me preocupé

-        No va a pasar nada, es del otro lado del país. - dijo con absurda tranquilidad.


Como si esto fuera Argentina y “el otro lado del país” sería la misma distancia entre Ushuaia y Jujuy, con 4.343,50 km que los separan. Pero no señor, se le olvidó que hay sólo 80 km entre Gaza y el Mar Muerto, que los misiles de Hamás viajan más rápido que su auto y que los proyectiles de Hezbollá tienen alcance hasta Eilat. Él, que hizo varios años de ejército - y tras su reciente cirugía en el hombro ya no era más apto para servir - creía que iba a “asegurar el perímetro” en un descampado. Genial. Súper seguro.


-        Lior, querido, ya te explique la otra vez… no voy a poner mi vida en riesgo.

-        Yo tampoco pondría tu vida en riesgo, mi amor. De verdad, es seguro - dijo - los chicos fueron la semana pasada y volvieron enteros ... y re puestos.

-        O sea, mientras tu hermano está en Gaza, poniendo el cuerpo ¿Vos lo único que querés es ir a una fiesta?

-        Pienso en Gal todo el tiempo… justamente de eso se trata, ellos están ahí en el frente para que nosotros podamos vivir, continuar - y mientras yo volteaba los ojos con desdén, él agregó – Frenarnos, que tengamos miedo, es lo que quieren los terroristas…


Sorteando un pequeño detalle: eso ya estaba pasando. Los miedos, los traumas insostenibles, aquellos que de las pesadillas saltan a esta realidad e invaden nuestro día a día. Pensamientos autodestructivos causados por una guerra psicológica en la arena de internet.


-        La amenaza es real ¿Qué, ya te olvidaste de Nova? - le pregunté en tono triste


Pensaba, ¿Dónde está su sensibilidad, su sentido común?¿Qué, no tiene grabado en su mente ese video de cientos de jóvenes disfrazados, corriendo por el desierto una carrera de vida o muerte? ¿Qué, no se acuerda de aquel testimonio, que contaba como un joven cubierto por la sangre de su amigo, se escondió bajo su cadáver durante horas para evitar que terroristas lo masacraran? ¿O la historia de la pareja que puso un cartón de leche arriba del auto porque nunca lo encontraban cuando se iban de las fiestas - y gracias a eso, ese día lograron salir primeros y cuando los terroristas les empezaron a disparar al auto, entre medio del fuego y rezando Shemá Israel, pudieron acelerar, atropellar a los terroristas de Hamas salvándose de un casi inevitable fin?


-        Vos tampoco deberías ir - sugerí


Me miró. Iba a decir algo y no le salió sílaba alguna. Dos segundos después, abrió la boca nuevamente.


-        Estoy harto. Necesito aire. Descargar. Ya me olvidé lo que era bailar - respondió 

-        Podés salir a un fiesta acá - le comenté

-        No es lo mismo - explicó - En Tel Aviv todo huele a muerte, esta ciudad está empapada de moho y carteles de los secuestrados. Ya no puedo más. no puedo ver más sus caras. Ni la de sus familias, ni la tele, ni Instagram, ni a mis amigos que están en Gaza, ni a mi propio hermano. ¿Qué puedo hacer? Quedarme en casa y…

-        Pero.. – interrumpí-.

-        Ni pagar las cuentas puedo - continuó - porque entro a la página de la tarjeta de crédito y ahí está el cartelito ese que me dice que pasaron 141 días, 13 horas y 28 segundos del 7/10 y mañana lo mismo, sólo que con 142. Basta, necesito salir de Tel Aviv.


Una lógica rebuscada, más lógica al fin, cada uno lidia con su trauma de manera distinta.

¿Cómo juzgar a una persona que está pasando por la misma situación y reacciona diferente? ¿Cómo frenar su escapismo si podría ser lo único que lo mantenga cuerdo en un universo golpeado?


-        Bueno - suspiré - te ayudo a preparar tus cosas.


Cuando él estaba abriendo la puerta, a punto de partir rumbo al Mar Muerto corrí rápido a la cocina y agarré algo de la heladera. Antes de despedirlo con un abrazo, se lo di y le dije:


-        ¡Tomá, Lior!  No te olvides del cartón de leche…




Copyrights © Jessica Cohen, 2024

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