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El Amor en tiempos de Instagram

  • Writer: jessiicacohen
    jessiicacohen
  • Mar 26, 2024
  • 5 min read

Updated: Mar 26, 2024

Scrolling, scrolling, scrolling los primeros 3 metros de los 405 metros que Darío Ruedas

recorría a diario con su dedo de millennial. Según su iPhone 108 minutos era su promedio

de tiempo en Instagram. Esa bendita aplicación era su abstraída interacción con el mundo:

sus amigos, memes graciosos, Messi, las noticias, un par de chicas en bikini y unos típicos influencers que pasean por el mundo y comparten travel tips en Bali. Él mira los 3 minutos enteros, hasta el final, como si alguna vez llegaría su momento de viajar a la otra punta del mundo. Pero ojo, siempre se puede soñar.

 

Desde chico, Darío quería viajar por el mundo, más su madre le dijo: “Primero título, después viaje”.

 

Una vez que terminó la secundaría y por fin lo consiguió, la frase fue enmendada con el anexo:

“Título universitario, a eso me refería”.

 

Acá estaba él, atrapado en la UBA mirando por la ventana los parques de Ciudad Universitaria, tan cerca de Aeroparque. Tan cerca, que cada media hora un avión diferente se atisbaba en los soleados cielos de Buenos Aires.

 

-Más que casas deberías construir aviones- se reía Nicolás en el aula, mientras le pasaba unas largas hojas con la tarea.

-Mejor terminemos la secuencia de planos en tu casa- contestó Darío.

 

La puerta decorada de madera se abría a una luz, sonaba una música angelical y rodeada de nubes imaginarias, estaba ahí. No era un avión, era ella. Estudiando en la mesa del living, la hermana gemela de Nicolás. Caro saludó con prisa, adentrándose en unas líneas resaltadas de amarillo brillante. Al día siguiente, ella iría en búsqueda de aquel número que la consagraría Ingeniera Agrónoma. Era su última cifra. Mientras que a ellos les quedaban todavía dos años más de armar maquetas y cargarlas por el campus.

 

Ante los ojos de Darío, Caro era hermosa incluso concentrada. Estaba radiante siempre. No sólo con sus filtros de Instagram que le agrandaban la boca y le afinaban la nariz, sino que con el pelo semi atado, enredado y unas ojeras de dos días sin dormir, era aún más atractiva. Nada se le comparaba a verla en persona. No era casualidad que siempre iban a la casa de Nicolás “a estudiar”.

 

Alguna que otra vez ella le hablaba, interacciones sutiles de un small talk cotidiano con el amigo de su hermano. Nada especial, pura cortesía. Una vez, ella le contó de sus planes de viajar en

el verano y en el momento que ella dijo avión, él sabía que era tierra firme para contarle su sueño de ir a Bali. Entre eso y las historias que Nicolás le contaba de su gemela, Darío recopiló suficiente información para llegar a la intrépida conclusión de que le gustaba. Sólo había un pequeño detalle que lo alejaba del beso con Caro…

 

-Vamos al cuarto- le ordenó Nicolás a su amigo.

A Nico no le gustaba que Darío hablara con su hermana, siempre los interrumpía. Hacía caras, los miraba con disgusto y rechinaba los dientes. Cuando Darío se iba, Nico le remarcaba a su hermana que él era su visita y no la de ella.

 

-Suerte mañana- le deseó Darío cuando se desplazaban para el cuarto. Sus ganas de abrazarla se las guardó en el bolsillo, donde su palma abrazaba al celular.

 

A la tarde siguiente, el juglar del siglo XXI informó a Darío del gran logro de Caro con las 19 fotos subidas en su historia. Imágenes no tan originales de unas universitarias empapadas en huevos, harina y pintura en plena calle porteña. Mientras una sonrisa de orgullo asomaba a la cara de Darío, su brillante cerebro pensó que sería buena idea mandarle unos aplausos. Esos, los automáticos de las historias, super casual y cortés. ¿Qué se iba a imaginar que se mandaría tal cagada?… y en vez de apretar el emoji de aplauso, apretó el de al lado:

¡El de fuego!

 

-Ay no… ¡qué boludo!- gritó en voz alta.

 

Un fueguito es un claro y muy directo mensaje de flirting. Como cualquiera sabe, los likes se pueden sacar, a los mensajes se le puede anular el envío (si no fue visto), las fotos pueden borrarse… pero las reacciones de las historias, no. No se pueden eliminar. Están ahí para siempre, recordando como un dedo resbaloso en el emoji equivocado puede causar estragos.

El miedo lo paralizó doblemente: uno por temor de ser asesinado por su amigo y el otro por mandar el fueguito arriesgándose a un rechazo virtual de la mujer que le quitaba el sueño.

 

Aquella ni siquiera era la foto correcta para “el fueguito”, cuantas veces Darío se moría por mandarle uno: a la foto de ella tomando café en el patio, o cuando se vistió de gatito para Halloween o la foto en la que aparecía con un top tan corto que casi se le ve todo. Esa era la foto del fueguito, esta no, pensaba.

 

Ay, está escribiendo… ¿Y ahora dónde me escondo? Los nervios le estaban jugando una mala pasada.

 

“Pensé que nunca te ibas a animar. Estaba segura que le tenías miedo a Nico 😆 jaja” - redactó Caro.

“¿Yo? ¿Miedo a Nico? 🙈-  respondió rápido temblando de emoción.

“Hoy es mi fiesta de graduación, vení”- invitó ella.

 

Él no lo podía creer, el emoji funcionó - de casualidad - pero dio en el blanco. Mientras se preparaba, imaginaba como su sueño se iba a hacer realidad y que esa noche finalmente iba

a besar a Caro. Cuando llegó a la fiesta, Darío escaneó el espacio en busca de su fueguito correspondido. La vio y cuando estaba caminado hacia ella, alguien se le acercó. Tal era su expectativa, que el insignificante pormenor de que el hermano también iba a estar ahí se le olvidó.

 

-¿Qué haces acá? - Preguntó un Nico curioso y pasado de copas.

-Ehm… Vine a verte - respondió Darío con astucia.

-¿A verme? -  indagó Nico pensativo.

 

Mientras que del otro lado de la barra, Carolina esperaba a su galán, fue testigo de la intercepción de su balón. Se abrió paso entre un par de amigas - y algunos borrachos - para rescatar a su fan de Instagram, en busca de un tiempo a solas con él. Pero cuando llegó se quedó atrás de su hermano, escondida escuchando la conversación.

 

 

 

-        Yo lo sabía…lo presentía… las miradas, las risitas, todo – dijo Nico

 

-        ¿De qué hablas Nico? Estás un poco en pedo… - contestó Darío haciéndose “el boludo”

 

-        Sé tu secreto... - continuó Nico, mientras que los temblores dominaban las piernas de Darío.

 

Si se enteraba del fueguito y de que se chamuyaba a su hermana gemela, se pudría todo.

 

Entonces, tras un largo respiro de Nicolás para calmar su sistema nervioso, le confesó:

 

-        A mí también me gustas, Darío.



Copyrights © Jessica Cohen, 2023 - para publicarlo contactarme

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