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El fuego de lo fugaz

  • Writer: jessiicacohen
    jessiicacohen
  • Mar 17, 2024
  • 4 min read

La esfinge se incendia en llamas. Veo su gigante cabeza de madera sucumbir mientras cae ardiendo en el suelo desértico.


“The Burn” - la gran fogata-  es el evento principal, la esencia misma del festival. Efímero como el tiempo es Midburn, un festival de arte que se explaya por el desierto de Arad, en pleno Neguev Israelí. Una ciudad fugaz en forma de reloj existe solo allí por cinco días y luego se desvanece sin dejar rastro alguno.


En un vasto espacio en la mitad de la nada, extravagantes criaturas disfrazadas dispersan sus alas en búsqueda de algún sentimiento, moviéndose en un estrafalario unísono al ritmo de una música sin letra. La idea es dejar todo atrás y el objetivo es vivir sólo y únicamente el presente, conectar con uno mismo, con otros y con Gaia, la madre naturaleza. Un lugar despojado de todo indicio de civilización del siglo XXI, incluído el dinero. Donde una comunidad de adultos y niños se unen para expresar su arte, su personalidad y ofrecer regalos - no necesariamente materiales - a su colectividad Midburnera. Todo basado en lo momentáneo y en el concepto “sin dejar huella alguna”, ni siquiera en la tierra misma.


¿Alguna vez has experimentado un aislamiento total de la sociedad misma?


Aquí, el sol brilla en un horizonte empolvado de vaivenes de brisas de arena desértica. Tras el viento, una colosal estatua de madera yace erguida en el centro del reloj. A once metros de altura, la esfinge se impone en el llano desértico. Con una mano levantada y su cabeza de inclinación superior, ella osa mirar su propia mano intentando tocar el cielo. Un peinado vertical de corona, sus pechos al viento y un contorno celeste claro que le otorga vida a la madera destinada a perecer. Del otro lado de la imponente esfinge, cual premonición cabalística de la creación, aparece su contracara: un hombre. Estamos en presencia de una sublime esfinge andrógina, mitad mujer, mitad hombre. Sin espalda y con dos caras. La figura masculina, a diferencia de la femenina, mira hacia abajo, observando con curiosidad su otra mano, que apunta al suelo. Una alegoría brillante a las esencias de los géneros binarios.


 Así como llegó, el sol se escapa tras una línea violácea y la estatua se ilumina desde adentro hacia afuera. Unas miles de criaturas humanas fantásticas, se ubican en círculo a su alrededor y esperan.


 ¿Qué esperan?


Entonces, sale un hombre de la plena oscuridad desértica y al acercarse a ella, se ilumina por la luz interior de la misma. Con sus vestimentas blancas y brillante maquillaje facial, enciende un fuego en un palo negro, que se transforma rápidamente en un abanico de cinco llamas. Comienza a bailar moviendo su abanico en llamas alrededor de su cuerpo mientras peculiares gritos tribales emanan de los humanos. Tambores, aplausos y una música intensa, propician el inicio de la ceremonia e invita a otros bailarines a sumarse a la danza magistral del Burn. Hula-hulas de fuego, piruetas, saltos y movimientos atrevidos resaltan aún más a la esfinge que brilla en el centro del espectáculo.


Luego, un silencio. El fuego se retira junto con los bailarines. El aire frío roza nuestras mejillas. Y en un santiamén, fuegos artificiales explotan, encendiendo e incendiando a la esfinge. Sus manos, sus pechos, sus pies, su cabeza expulsan poderosas pirotécnicas en todas las direcciones. Su corona, exhalando tres enormes bengalas, emana grandes flamas blancas hacia el cielo estrellado. Más que pirotecnia de cumpleaños, parece que en cualquier momento, la esfinge despegará de este desierto, como una nave espacial rumbo al espacio sideral. El fuego la consume por abajo y por arriba. Una cortina de humo gris pesada y el fuego que sube, sube y sube…


Aullidos como de lobos, gritos de felicidad y yo ahí casi llorando, viendo como un símbolo de feminidad cae incendiado. Mi mente se acuerda de las “brujas” quemadas, sus gritos y pienso ¿Por qué será que a la psiquis humana le gusta tanto destruir y quemar? Pienso en cómo ella me acompañó en estos cinco maravillosos días y estallo en llanto.


-Déjala ir - me dijo un extraño que notó mis mejillas mojadas.


¿Dejarla ir? ¿Cómo? Parecería ser que no entendí tan bien el concepto de lo “efímero”, como si superficialmente lo comprendería pero… ¿Lo comparto?

Me entristece pensar que estos días están llegando a su fin, que todo lo que construimos e hicimos en este festival pum, desaparece. Que la gente que conocí se vuelve a sus ciudades y lo más probable es que nunca los vuelva a ver. Que todas mis aventuras fueron solo momentos, que todas mis nuevas conclusiones de la vida, el sentirme realmente libre, mi corazón abierto y mi personalidad del desierto van a desvanecerse en el momento en que pise Tel Aviv. La rutina, el dinero, la rueda, la ansiedad y los miedos nuevamente van a apoderarse de mi mente y subconsciente.


De pronto, veo la figura de madera envuelta en ese fuego tan majestuoso que hipnotiza y me doy cuenta. La naturaleza es efectivamente la que manda en este mundo y que inevitablemente, la vida es efímera. Tarde o temprano todos dejaremos este mundo.


Hoy, todavía estoy aquí, todavía es presente.


El fuego que estuvo ardiendo por horas, sucumbe también y me acerco con dolor a los restos de aquella esfinge. Me paro enfrente y tiro en el gran agujero de arena negra, un papel con una lista de todo eso que quiero desprenderme - para quemarlo y que aquello desaparezca como el tiempo mismo. Ante mis ojos, el papel se quema entrelazado por las pequeñas flamas que extinguen y se desvanece entre restos de carbón, madera y sorprendentemente vidrio. Alguien mencionó en la gran fogata, que cuando la arena y el fuego se juntan, vidrios se crean, nacen de la esfinge extinta.


El ave fénix, me digo a mí misma. Resurgiendo de las cenizas. 


Y cuando nadie ve, me adentro en el agujero aún caliente, tomo un pedacito de ese vidrio ardiente y lo guardo. Lo voy a llevar conmigo, para recordar siempre que lo aún lo efímero… también deja rastros.



Marzo 2023. Todos los derechos reservados. ©Jessica Cohen, 2023.

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